Por Luis Conte Agüero
ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CUBA
Aunque ya habitual, me impacta la invitación del presidente Don Emilio Martínez Paula a que pronuncie palabras de resumen. No necesito improvisar. Conceptos y formas integran un diario quehacer cubano y americano con sabor a mundo y temblor de angustia que comanda.
Penas cubanas y universales asaltan permanentemente a los aquí reunidos. Queremos ver encendida la estrella solitaria de nuestra bandera y que acrecienten su fulgor las cincuenta estrellas de la nación que nos acoge generosamente, en tanto escatima cada vez más la ayuda que requiere la reconquista de nuestra democracia. Agradecemos ¡Y cómo no! la mano extendida en solidaridades y el seno amoroso que refugia a tanta gente que llega en desvelo y búsqueda. Y el tratamiento especial que reciben los cubanos se compensa y retribuye con realizaciones y logros vigorosos que aportan a la prosperidad y desarrollo general. Sin embargo, en el empeño fundamental de redención al acelerador cubano lo detienen el freno y las desviaciones de un timón que no lleva a parte alguna... porque no quiere llegar. Esta verdad no invita al abandono sino al quehacer multiplicado por el deber de patria y urgencias de conciencia y autoestima.
Este complejo de complejas circunstancias se acumula en reto, y en la obligación común toca a esta Academia la misión superior de poner la verdad en función de libertad; una verdad inteligente y combatiente, camino hacia el destino de victoria. Que cuanto hacemos y hagamos convenga a Cuba y a los valores de dignidad, decencia y Dios agredidos por enemigos y debilitados por amigos que no saben serlo.
Esta mañana de alimentos también alimentamos la sensibilidad y el intelecto honrando a dos honrados talentos y dos libros. En el libro de Enrique Ros, Carlos Manuel de Céspedes cabalga la cubanía en honor y sacrificios, y alza contra la enanería que lo afrenta su estatura de gigante y de padre de todos los cubanos. Se hace justicia al esfuerzo investigativo de Enrique, Enrique amigo, Enrique noble, Enrique bueno. Hoy radiante y en orgullo con su hija Ileana Ros-Lethinen, congresista del deber que cada día se empina por encima de sus altísimos retos, y lo hace con una sonrisa donde estalla la energía.
También merece reconocimiento la obra del poeta Antonio Acosta que quiere que quede el sueño y al sueño da músculos. El libro regala ritmos que la música ordena. He tenido el placer de leer ambas obras y beber en ellas. Y sé que represento a los académicos al decir: Gracias.
Gracias también a quienes me han mencionado en sus intervenciones: Julio Ferreiro Mora al recordar mi aserto de que la tiranía ha llevado al paredón la historia de Cuba, Pepito Sánchez Boudy que se refirió a mis libros de historia, y el siempre cordial Tony Calatayud que propuso tener una sede donde operar y reunirnos. Esa iniciativa válida a la que él dona un mar de libros la culminan ceremonias formales como la tenida ayer en el Koubex Center de la Universidad de Miami, nivel universitario que debe procurarse en Academias filiales, no satélites, que lleven luz a otras ciudades de Estados Unidos y el mundo.
Empresa mayor la de esta Academia, faro ético que ponga en el destierro y su causa un sello de inteligencia y grandeza serenas. Mucho hizo, hace, hará, el exilio cubano. Aquí se encuentra Antonio Esquivel, del MRR y Presidente de la Junta Patriótica Cubana donde se inscribe el Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo que tengo el honor de presidir. Nuestro presidente es uno de los directivos de la histórica Alfa 66. Brigada, Municipios, Militares, Profesionales, Cámaras, Federaciones Sindicales, Unidad Cubana, Consejo, Foro, Fundación, Vigilia, Partidos de ayer y hoy, Resistencia, Clubes, CID, Directorio, 30 de Noviembre, Religiosos, Masones. Cubanoamericanos senadores, congresistas, legisladores estatales, alcaldes, comisionados, con cejales, jueces, fiscales, juntando el recuerdo de Cuba al deber aquí… y entre todos y para auxiliar a todos, pensante, serena, conciliando archivos y futuros, libros empolvados y asombros modernos, investigando, divulgando, sembrando, esclareciendo, la Academia de la Historia de Cuba, eficiente al proponer que organizaciones tan diversas disparen de sus trincheras, no entre ellas, sino contra el enemigo común. Esto evitará el estorbo al anticomunismo distinto y a quienes, como acaba de exclamar Sánchez Boudy, no renuncian al combate armado del exilio histórico.
Tarea mayor será contribuir a la justicia, entender lo ocurrido para salvar el porvenir, comprender que más de medio siglo de envenenamiento y sangre afectan el carácter y la nacionalidad. Muchos castristas han sido víctimas del Castrato. No proponemos tirar una gigantesca toalla cómplice. Sin castigo a los malvados persiste el mal. El crimen impune llama a más crímenes. Tribunales severos tendrán un rol mayor. Lo que se indica es comprender que el totalitarismo total, abrumador, aplastante, subyuga, domina y hasta envilece. Y que el mañana demandará inteligencia, benevolencia, prudencia, para juzgar, redimir, servir al bien común.
En las circunstancias trágicas de Cuba esta Academia estudia, escribe y hace historia. Nada menos. Así, la tarea junta a la sonrisa cordial que acerca y hermana, la responsabilidad seria que coordina y organiza. Evidencia de eficiencia que amplía y abraza es la presencia aquí de Angel Emerio González junto a otro casi angel, Angel Cuadra; de Mario García, Nicolás Alvarez Camps – “si es Goya tiene que ser bueno”- Armando Cobelo, Editorial Cubana, y las obras clásicas que nos dona; de Carlos Muñoz y La Peña del Versalles; del Colegio Nacional de Periodistas encabezado por el decano Vicente P. Rodríguez, Eladio Armesto, Roosevelt Bernal, Abelardo García Berry, María Eugenia Caseiro, Miguel Piñeiro, Carlos Zamora, Alber to Makacio, Silvia Posada; Morales, astrólogo argentino; bueno, José Arenal, Luis Angel Casas, Salvador Romaní, también son nuestros. Y el más nuestro, el propietario y director del periódico La Información de Texas, inmolado Presidente. Inmolado porque nadie vino a cobrarnos el desayuno y ello implica otro sacrificio de quien pone en la Academia talento, honor, conducta, recursos, y que vuela y viene y va, Don Emilio Martínez Paula. Y en ese sacrificio inclúyase la concesión de tres premios iguales. El único que ha logrado un Primer Premio es el talentoso Jorge Portuondo Jorge. De ahora en adelante los premiados serán iguales en mérito. Así, innovando, la academia avanza y crea.
Academus,
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