Por Armando Valladares
Miami (FL), 05 de febrero de 2012, 03:10 PM
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Este artículo puede difundirse y publicarse por cualquier medio, libremente,
especialmente en el Brasil.
Si fuera posible, comunique su publicación y/o su valiosa opinión a
blogueros y twitteros cubanos y del mundo entero que están difundiendo en
Internet mis artículos, contribuyendo decisivamente a traspasar las murallas
de censura y de silencio
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Desde el punto de vista de los derechos humanos, el viaje a Cuba de la
presidenta del Brasil, Sra. Dilma Rousseff, constituyó un desastre
inimaginable para el pueblo cubano y para sus esperanzas de libertad.
En ese sentido, el referido viaje presidencial podrá ser inscrito en el
libro negro de las vergüenzas de nuestro tiempo y de nuestro continente. Con
su silencio total sobre la violación sistemática de los derechos de Dios y
de los hombres en la isla-cárcel desde hace más de cincuenta años, la
presidenta de la mayor potencia de América Latina y una de las mayores
potencias del mundo dio implícitamente luz verde para que el régimen
continúe persiguiendo impunemente a los opositores, matándolos de sed en las
prisiones, reprimiendo a las Damas de Blanco y manteniendo prisioneros, sin
poder salir y entrar libremente, a 11 millones de cubanos.
También en ese sentido, la Sra. Rousseff, una ex guerrillera que nunca se
arrepintió públicamente de su pasado, se transformó, a partir de su reciente
viaje a La Habana, en corresponsable por los atropellos y crímenes que
cometa en adelante el régimen comunista, alentado en sus salvajerías por tan
gigantesco aval recibido.
Pocos días antes de la llegada de la presidenta Rousseff a la isla-cárcel,
el régimen comunista había dejado morir de sed y de falta de atención médica
al joven opositor Wilman Villar Mendoza, de 31 años, padre de las niñas
Geormaris y Wilmari, de 7 y 5 años. Fue una muerte cruel que su esposa,
Maritza Pelegrino, miembro de las Damas de Blanco, que en estos momentos
está siendo cobardemente perseguida y hostilizada por la policía política
cubana, calificó sin ambiguedades como un "asesinato".
En 2010, su antecesor en el cargo, el Sr. Lula da Silva, al llegar a La
Habana se había deparado con la muerte, también por sed y por falta de
asistencia médica, de otro preso político, Orlando Zapata Tamayo. Lula lo
calificó como un "simple delincuente", provocando consternación en el pueblo
brasileño, en el pueblo cubano y en los defensores de la libertad en el
mundo entero.
Dilma Rousseff, en cambio, simplemente ignoró la muerte de Wilman, como si
nada hubiera pasado. Y las fotos oficiales difundidas por la Presidencia del
Brasil la muestran con sonrisas generosas y susurros al oído del dictador
Raúl Castro, tapándose la boca para que nadie le pudiera leer los labios.
Una de las afirmaciones que pudieron oírse, según el sitio web Globo.com,
fue la de que se entrevistaría "con mucho orgullo" con el sanguinario Fidel
Castro.
Algunos pensaban que el actual dictador Raúl Castro retribuiría tan
abundante apoyo de la presidenta brasileña otorgando la visa de salida a la
joven bloguera Yoani Sánchez, para visitar el Brasil en febrero. Con ello,
ayudaría a lavar un poco el rostro de la Sra. Rousseff, señalizando al menos
un resultado humanitario concreto a cambio de tantas gentilezas y sonrisas
presidenciales a los carceleros de Cuba. Aunque fuera una contrapartida
efímera, serviría publicitariamente para atenuar el bochorno de su conducta
complaciente en La Habana.
Los que así pensaron y esperaron, se engañaron.
El dictador Raúl Castro retribuyó con una bofetada a todas las generosas
dádivas de la presidenta Rousseff, negando la visa a la joven periodista
Yoani sin molestarse en dar explicaciones. Y colocó así en la picota a la
mandataria brasileña, dejándola a merced de justificadas críticas que se
levantan en su país.
Escribo este artículo pensando en el noble pueblo brasileño, que se destaca
en el mundo entero, entre tantos atributos, por su espíritu de compasión
cristiana.
Jamás los cubanos podremos olvidar, con enorme gratitud, que hace 10 años
ese generoso pueblo brasileño tomó como propia la causa de dos niñas
cubanas, Sandra Becerra Jova y Anabel Soneira Antigua, secuestradas por el
régimen de La Habana, que no permitía la salida de ambas para reunirse con
sus padres, profesionales cubanos que habían optado por residir en el
Brasil, un país de libertad. El drama familiar de esas dos niñas conmovió de
tal manera al pueblo brasileño, y sensibilizó de tal manera a los medios de
comunicación, que el régimen cubano tuvo que autorizar la salida de ambas
para reunirse con sus padres en el Brasil. Fue un hecho talvez inédito; y
los brasileños lo consiguieron, con esa peculiar, única e intraducible
manera de solucionar los problemas con creatividad, llamada "jeitinho".
Diez años después, quién sabe si ese mismo pueblo brasileño pudiera de
alguna forma exteriorizar nuevamente sus sentimientos de solidaridad con el
hermano pueblo cubano, que gime en una isla-cárcel desde hace 50 años, y que
ha quedado tremendamente angustiado por el espaldarazo de la presidenta
brasileña a sus carceleros, de manera que la joven Yoani pueda visitar
cuanto antes el Brasil. Y, si así lo desea, que ella esté en condiciones de
permanecer en Brasil el tiempo que sea necesario, sin ver coartado su
derecho de opinión. Podrá titilar entonces una luz de esperanza en los
corazones de 11 millones de cubanos prisioneros, incluyendo a tantas y
tantas Yoanis, Sandras y Anabeles.
Según versión recibida de Cuba por mi compañero de presidio y hoy brillante
periodista, Carlos Alberto Montaner, Geormaris y Wilmari, las dos hijitas
del preso político asesinado pocos días antes de la llegada de la
presidenta Dilma, no entienden lo que ha pasado con su querido papi. Como la
familia tiene influencia cristiana, la madre les ha explicado que el papi se
ha ido al Cielo. "¿Y dónde está el Cielo, mami?", preguntaron. "Muy lejos de
Cuba. Muy lejos", les respondió la joven viuda.
Es a los artífices, propulsores y mantenedores del Infierno cubano, tan,
pero tan lejos del Cielo, a quienes favorece en primer lugar el silencio de
la presidenta Dilma, un silencio propio del espíritu de Poncio Pilatos.
Hace unos años, el entonces presidente Lula, en una entrevista con el
periodista Boris Casoy, me acusó de "picareta" (embustero) porque escribí
que él estaba dando su apoyo al "eje del mal" castrista. Hoy, la presidenta
Dilma, objetivamente, por acción u omisión, pasó a liderar en el continente
un "eje del silencio" sin el cual el "eje del mal" que asfixia a mi querida
Patria cubana no podría sobrevivir. Señalo una vez más que considero a la
presidente Dilma corresponsable por lo que pase en materia de violación de
derechos con 11 millones de mis hermanos que gimen en la isla-cárcel, a
partir de su viaje a La Habana.
Espero que sean respetados los derechos humanos y las libertades de todos
aquellos blogueros y twitteros que suelen publicar y difundir mis artículos
en esa noble Tierra de la Santa Cruz.
Sobre la próxima visita de SS. Benedicto XVI a Cuba acabo de escribir dos
artículos, que pueden ser localizados en Internet: "El viaje de Benedicto
XVI a Cuba: esperanzas y preocupaciones"; y "Wilman Villar, infierno cubano
y silencio vaticano".
Armando Valladares, escritor, pintor y poeta. Pasó 22 años en las cárceles
políticas de Cuba. Es autor del best-seller "Contra toda esperanza", donde
narra el horror de las prisiones castristas. Fue embajador de los Estados
Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU bajo las
administraciones Reagan y Bush. Recibió la Medalla Presidencial del
Ciudadano y el Superior Award del Departamento de Estado. Ha escrito
numerosos artículos sobre la colaboración eclesiástica con el comunismo
cubano y sobre la "ostpolitik" vaticana hacia Cuba.