Formato del Futuro…
Egildo Lujan Nava
Actualmente, funcionan en todo el país más de 600 organismos empresariales, la mayoría de los cuales hizo posible que hace ya casi siete décadas se constituyera la Federación de Cámaras, convertida desde entonces en la máxima institución representativa de todas esas expresiones del voluntariado privado, dentro y fuera del país.
También hace menos de cincuenta años, la economía organizada justificó la conformación de gremios superiores por actividades económicas, que, por cierto, serán los que ocupen puestos de comunión ideológica, doctrinaria y principista en la estructura rectora de la Federación desde finales de junio próximo, cuando entren formalmente en vigencia los nuevos Estatutos de Fedecámaras.
Es así como en Fedecámaras convergen 13 sectores de la economía nacional, además de las Federaciones de Cámaras estadales. Y, por supuesto, la identidad de un liderazgo que, apuntalado y legitimado por procesos comiciales transparentes cada 24 meses, y los fundamentos descritos en esa especie de Constitución gremial como se le llama a los Estatutos de cada una de las Cámaras que funcionan en el país, piensan, sienten y actúan, de paso, pretendiendo honrar sus derechos civiles y económicos que les asiste a ellos y a sus representados, según lo que está establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Pero más allá de Fedecámaras, tan querida como cuestionada por quienes bregan a diario por vivir en un ambiente de libertades políticas, a la vez que reniegan de las libertades económicas porque aman entrañablemente lo que el Estado ofrece y dispensa en nombre de su rol de amo y señor absoluto de riquezas naturales, discrecionalidades administrativas y poder determinante para que unos prosperen y otros fracasen, está presente una tropicalísima desnaturalización del origen y razón de ser del derecho de propiedad. De igual manera, del innegable valor y trascendencia que tiene la presencia de la empresa privada en un país que se autoproclama democrático y amante de las libertades, pero que reniega rabiosamente del lucro, sataniza la renta y acepta entre dientes y dentelladas la existencia de quienes llaman a generar riquezas a partir del trabajo honrado y constante.
Sin embargo, como paradoja criolla dentro de esas descripciones, cuando en pleno festín populista se agotan cíclicamente los reales provenientes del negocio petrolero y a los gobiernos no les queda otra alternativa que clamar por ayuda a quienes hacen empresa en el país, la apelación a la solidaridad y al amor patrio, sencillamente, determina, además, la calidad de la petición. 0, como en la actualidad, el condicionamiento de la relación.
En el ambiente alterado por el avance desmesurado del virus AH1N1, más de una decena de mesas técnicas se ha constituido para que las ayudas mutuas, en el medio de múltiples expectativas de diálogo y entendimiento, conduzcan, entre otros propósitos, a superar dos males con tradición de más de tres décadas en el país: la escasez y la inflación. Solo que semejante propósito, aparentemente, habrá que tratar de conquistarlo a partir de una recomposición de las fórmulas que provocaron el actual presente económico, y no con base en lo que la mayoría de los invitados a dichos encuentros se había planteado: una revisión de la composición estructural de la causa, hasta concluir en una modificación progresiva del modelo rector con casi tres lustros de agitada vida.
Y, como si fuera poco, en el medio de la tormenta no hay espacios para que se produzca aquello que aquí y en otras partes del mundo, en distintos momentos, han funcionado como puntos de partida de verdaderas transformaciones de situaciones que, por momentos, parecieran insalvables: los debates y consensos entre gobiernos, las representaciones organizadas de los trabajadores, como de los empresarios, inclusive, de las propias manifestaciones partidistas no comprometidas con el ejercicio gubernamental.
En otras palabras, a la vez que el tiempo transcurre, las dificultades sociales se agudizan, la situación económica no encuentra escapatoria de posibilidades contractivas y recesivas, la única luz que sobresale entre las sombras es la garantía de que deudas empresariales contraídas en moneda extranjera serán honradas alguna vez, porque la creencia es la de que allí está el comienzo y el final de cada uno de los problemas, de todos los problemas. Si bien para sorpresa de presentes y ausentes en las esperanzadoras mesas técnicas, no han faltado ministros que, para colmo, han hecho saber su inconformidad con respecto al hecho de que cada empresario ha comenzado su “derecho de palabra” argumentando que la economía necesita ser atendida positivamente, en su solicitud de divisas para pagar deudas, importar materias primas, comprar repuestos y hasta adquirir en el mercado internacional los insumos que no les está vendiendo la cadena monopólica de empresas gubernamentales.
Quienes tratan de encontrarle una explicación al porqué las autoridades no admiten la posibilidad de entablar conversaciones con las representaciones gremiales del sector privado, y, por su intermedio, alcanzar consensos que contribuyan a construir salidas a lo que hoy luce inconvenientemente enredado, creen que, desde el punto de vista político, siempre será más “saludable” el diálogo con individualidades a las que se les puedan condicionar opiniones y comportamientos. Ya que con la otra parte, con los gremios, tales restricciones no podrían ser la norma de la relación. Sin embargo, lo incomprensible es que se insista en desperdiciar la oportunidad y voluntad institucional de participar y contribuir, es decir, de sumar ideas a favor de un necesario entendimiento que se traduzca en respuestas a lo que los venezolanos demandan.
Convertir la posibilidad de soluciones “individuales” para mediados de junio, en nada contribuye a que la población, desde ahora y hasta entonces, administre paciencia, se abstenga de demandar los bienes que requiere para su manutención y subsistencia. ¿Y qué garantías existen de que, para entonces, la caja del Banco Central de Venezuela y de Petróleos de Venezuela estarán en condiciones de atender el cúmulo de requerimientos en moneda extranjera, para los cuales hoy, teóricamente, habría disponibilidades, pero que no se hacen presentes en ninguna parte, al menos en las cantidades que se necesitan?.
Definitivamente, en los términos como hoy están planteadas las dificultades, no existen razones para insistir en seleccionar interlocutores, de acuerdo a la capacidad de seducción y de mediatización, si bien, desde luego, semejante apreciación no descalifica el derecho de cada empresa y empresario en recurrir a la opción que exista, para seguirle dando respuesta positiva a clientes y a los consumidores.
Pero lo que sí es cierto, es que el país cuenta, el país necesita soluciones verdaderas, y cada organización de venezolanos decidida a sumarse a la tarea reivindicadora del presente, como a la de perfilar un futuro menos complejo, no puede seguir siendo excluida caprichosamente.
Para silenciosa tranquilidad colectiva, con más de una centuria de presencia activa y efectiva, no pocas organizaciones gremiales del sector privado en Venezuela han sido capaces de sobrevivir a las arremetidas de tiranos, dictadores y de gobiernos autocalificados de demócratas, para concluir felizmente en la rectitud de rol representativo y de perseverancia de su tesis eterna: sólo los países en los que existe una empresa privada poderosa, han podido crear economías de vida perdurable, soluciones a la pobreza de sus ciudadanos, bienestar para propios y extraños.
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