El príncipe de Asturias Felipe de Borbón y Grecia, es en verdad un hombre con suerte; en la toma de posesión de Daniel Ortega como presidente de Nicaragua, este abrazó a sus cómplices Hugo Chávez y Mahmud Ahmanideyad, pero al heredero de la corona española, sólo le dispensó un formal saludo de protocolo.
Su Alteza Real Don Felipe, puede sentirse afortunado, la distancia con un sujeto autoritario y populista como Ortega le conviene. Sobre todo ahora que el gobierno de Mariano Rajoy en la península, ha ofrecido cambiar la mala costumbre de los mandatarios del PSOE, de andar avalando los gobiernos tiránicos del mundo hispano, señaladamente los que giran en la órbita de los hermanos Castro, o sea, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela.
En la foto ceremonial de la Toma de Posesión del impresentable Ortega, aparecen tres militares en marcha, lo que tiene lógica por la vocación belicista del Sandinismo; y se pueden ver también en primer plano a tres connotados especialistas en fraudes electorales, Chávez, Ahmanideyad y el propio Ortega. El único que se ve como fuera de lugar en la tarima, es el espigado príncipe de los españoles.
Daniel Ortega fue reelecto presidente de Nicaragua, gracias al abuso de poder, la violación de la Constitución, el ventajismo electorero y el soborno social financiado con los petrodólares chavistas. Eso lo sabe a ciencia cierta todo el mundo, incluso las setenta delegaciones de países presentes en el acto. Pero una vez más se evidencia que, con despreciable desparpajo, muchos gobiernos democráticos responden a la consigna diplomática que reza así: las naciones no tienen principios sino intereses.
La represión, estrategia de corrupción masiva del pueblo, demagogia y las famosas urnas preñadas (llenas de votos adulterados por el sandinismo), le han dado un tercer mandato a Ortega para que sigua martirizando al país del gran Darío. Pero Nicaragua tiene reservas en su pueblo, en líderes como Violeta Chamorro, a la que el príncipe Felipe tuvo el acierto de visitar, Eduardo Montealegre, Fabio Gadea Sergio Ramírez y en periódicos como el diario La Prensa, que nos permiten a pesar de todo, abrigar optimismo sobre el porvenir de los hermanos nicas.
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