Abel Ibarra
En Bolivia hay dos tipos de perros, los funcionarios de presa que utiliza Evo Morales para perseguir, amedrentar e intimidar a todo el que se oponga a su narcogobierno y los que mandó a colgar y degollar con idéntico propósito, pero, esta vez, con un objetivo aun más perverso: sacar de la escena política a Branko Marinkovic, un empresario exitoso que se convirtió en figura prominente como líder del la provincia de Santa Cruz y en alternativa democrática a los desmanes de un cocalero que se hizo pasar por dirigente indígena para llegar a la presidencia.
“El proceso” contra Marinkovic (sí, con comillas que recuerdan el relato de Kafka), fue montado con toda la alevosía y maña que implica tener el control absoluto del gobierno, del congreso y del Poder Judicial, para acusarlo de nazi debido a la ascendencia croata que le heredó el genotipo del “blanco”, en un país con alto grado de población indígena (arteramente manipulada en un claro acto de racismo inverso) para ocultar tras el telón alucinógeno del cultivo de hojas de coca, el verdadero propósito de Evo Morales: surtir de materia prima al tráfico de cocaína en la región.
En el mismo envión descalificatorio Marinkovic fue tachado de separatista, esto es, de intentar la desintegración del país, por haber alentado un movimiento que reclamaba autonomía para las regiones, elección directa de gobernadores y participación en la cuota de extracción y explotación petrolera en forma de regalías, a fin de promover un desarrollo económico y vital justo para cada una de las regiones que en Bolivia llaman departamentos.
El proyecto que propone Marinkovic es el federalismo necesario para meter en cintura los excesos del poder central (que en Bolivia maneja el 85% de los recursos) lo cual va en detrimento del desarrollo económico del resto del país y es utilizado para domesticar a la sociedad en general, atada a los caprichos de un caudillo ignorante que, entre otras barbaridades, ha contado en plazas públicas donde embelesa masas depauperadas, la “manera gloriosa” como los indígenas bolivianos combatieron a los romanos. Menudo ¿no?.
El caso es que este proyecto ha sido pensado con la misma cabeza que le dio alto vuelo a países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Brasil (por nombrar sólo algunos descollantes), alejados del despeñadero donde ha caído Bolivia con el lema engañoso del Socialismo del Siglo XXI, que no es otra cosa que el mismo comunismo que fracasó en el Siglo XX con su secuela de desolación y muerte.
Pero la persecución contra Marinkovic logró su pico sangriento cuando, bajo las órdenes de Evo Morales, un individuo cuelga tres perros de un improvisado cadalso de cañas, a uno lo llama Branko Marinkovic y, frente a la turba enardecida de odio, los degüella, de su puño y letra, con la misma mano que firma los documentos en los cuales se acusa al empresario de terrorista: el premio a este prócer del horror es haber sido nombrado presidente de la Comisión Constitucional del Senado.
A Branko Marinkovic no le quedó otro remedio que la escandalosa soledad del exilio. Pero volverá “cual torna la cigüeña al campanario”.
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