Monday, January 7, 2013

¿Especies en Peligro de Extinción?*

El  Mercado y la Globalización: ¿Especies en Peligro de Extinción?*

Dr. Fernando Domínguez
Vivimos en una época turbulenta. Tan turbulenta, que muchas tendencias de la existencia y la sociedad humanas que funcionaron por siglos, están dejando de hacerlo o simplemente se han revertido. Muchas de esas tendencias tradicionales fueron el material que sirvió de soporte al desarrollo económico, político y social desde la sociedad primitiva hasta hace muy poco y los efectos de ese cambio se comienzan a ver. De forma comparativa a cómo el denominado calentamiento global ha permeado nuestra manera de enfocar la existencia, el consumo y la producción, esos otros cambios también lo están haciendo en forma muy pronunciada, con efectos dramáticos.

Uno de los procesos más consistentes en el de cursar del desarrollo lo ha sido el llamado proceso de globalización. La búsqueda incesante de nuevos mundos, de nuevas civilizaciones, de expandir nuestros horizontes, fue llevando de la mano a las civilizaciones, desde su cuna hasta hace muy poco. Se manifestó de muchas maneras, como exploraciones, conquistas, migraciones, que fueron distribuyendo por todo el planeta a los seres humanos. El contacto permanente entre esos grupos, la necesidad de protegerse de invasiones (tanto de ideas como de personas) llevó al desarrollo de fronteras, legislaciones, aduanas, y todo tipo de estructuras de protección, mientras el deseo contrario de penetrar a los demás, llevó a la erección de instrumentos de penetración. La información se fue convirtiendo en el elemento fundamental del progreso y de repente solamente los tiranos atrasados prohibieron que sus ciudadanos conocieran el resto del mundo, por temor a que ese conocimiento llevase a la inevitable comparación y búsqueda de cambios.

La búsqueda incesante de intercambio con los demás empujó a la tecnología y la tecnología aceleró ese intercambio, con el consiguiente efecto nivelador ya que las sociedades –acercadas cada vez más por todo tipo de enlaces físicos y comunicacionales- inevitablemente comenzaron a imitar sus respectivas herramientas y organizaciones, inspiradas por la aspiración a su mejoría. Un gran trecho caminó la humanidad deshaciendo las trabas anteriores por nuevos pactos, en la eliminación de impedimentos al comercio, a los viajes y a la migración. Todo ello puso viento en popa al desarrollo, al crecimiento y a la felicidad colectiva. 

Todo ello fue alimentado, a sotto voce por los intereses económicos de quiénes en la incesante  evolución humana se han ido erigiendo en los líderes de países y bloques. Unos por la evolución  democrática y otros por la imposición. Esos grupos –llamados clases dominantes por algunos- reflejan en sí mismos –o al menos aparentan hacerlo- los intereses de la mayoría: niveles de vida más altos, crecientes medios de consumo de las necesidades materiales, culturales y sociales, búsqueda de la felicidad, aseguramiento del bienestar futuro de sus descendientes a través de inversiones materiales y educativas y muchos otros indicadores individuales y de grupo. Por cientos de años los científicos sociales hurgaron en el pensamiento humano y descubrieron las innumerables relaciones de causa-efecto que la percepción de la realidad produce en los instintos y que llamamos genéricamente leyes económicas.

El funcionamiento de las leyes económicas es independiente de los deseos. Es instintivo y sencillamente los descubridores de esas leyes lo hicieron por la observación de la realidad. No se pueden fabricar leyes para que los instintos humanos las sigan, sino es completamente al revés. Y ahí precisamente radica el cambio fundamental que se ha producido. La ideología tiene una agenda. Una agenda que no depende absolutamente de otra cosa que de las ideas de quiénes quieren creer en ellas voluntaria y subjetivamente porque –llenos de las mejores intenciones o no- quieren cambiar el mundo o pretenden ajustar los instintos de las personas a su propia manera de ver el mundo.

Ese “poner la carreta delante de los bueyes” ese proceso de invertir la relación de causa-efecto de las leyes económicas y los instintos humanos que han logrado el desarrollo alcanzado es la causa única del fracaso de las sociedades basadas en la ideología y no en la práctica de las leyes económicas. Y por ello la globalización ahora está en entredicho. Los practicantes de la ideología por encima de las leyes económicas encuentran de mal gusto que el desarrollo de las relaciones no esté sometido a sus designios sino al mercado. Y el mercado mismo está en entredicho. Y con el mercado todo el edificio de relaciones y decisiones que se basa en ese mercado, que desde luego es ciego, cruel, inhumano e insensible y precisamente, en ello radica su funcionamiento. Con sensibilidad humana y sentimientos, no funciona. Como tampoco funciona por agendas.

Es muy aleccionador el papel de las creencias en unos y otros. Las creencias de unos son un anatema para las creencias de los otros. Las creencias de unos son reguladoras de su vida individual y familiar, una agenda de comportamiento individual para alejar los conflictos de la vida social –no matar, -no robar, -no desear la mujer ajena, etc., mientras descansa en el libre mercado y en las leyes económicas para la vida material. Las creencias de los otros son la imposición de un comportamiento social mediante leyes jurídicas para regular la vida material a lo que consideran “justo” por instrumentación de leyes jurídicas, dejando de tomar el mercado como ente regulador, incluyendo los mercados internacionales.

La humanidad ha visto varias veces “triunfar” a los portadores de esas agendas. También nunca ha visto que una vez impuestas, funcionen ni remotamente como el mercado. El grado de extremismo con que se impongan no desnaturaliza su concepto de agenda ni su fracaso, proporcional al rigor con que se aplican. Por el momento, estamos viendo como esa agenda aplicada en Europa empieza a desmoronarse, mientras con mucho entusiasmo otros la empiezan a imponer en otras partes, con pronóstico reservado, sin ningún resultado que no sea la mediocridad.

¿El experimento fracasará por enésima vez?  ¿Cuál será el costo y cuánto durará que regresemos a la normalidad? Eso es algo impredecible.
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*Dr. Fernando Dominguez

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