Monday, November 5, 2012

El gran reto para el liderazgo


Formato del Futuro…

“es poco serio aprovechar de manera triunfalista el éxito de los que me resultan próximos, igual que sucumbir al derrotismo cuando la situación de los que comparten nuestras ideas es adversa”. Felipe González
Como dirían los periodistas en funciones reporteriles: es un caliche; ya no es noticia que Venezuela figure en el último lugar de cualquiera de las encuestas, estudios o evaluaciones internacionales que se hacen, para que,  a partir de los resultados, los emprendores globales, los inversionistas continentales o, inclusive, los propios hombres y mujeres de empresa venezolanos, sepan a qué atenerse cuando decidan acometer algún riesgo financiero en suelo nacional.

De hecho, si a partir de esa “conquista” de fácil ubicación en los listados de los casi 200 países que son seguidos o analizados a la luz de tales razones se le fuera a asignar un premio mundial a la nación que más sobresale por determinadas condiciones y una destacada posición, Venezuela gozaría de todas las ventajas, con justo derecho, para hacerse de una medalla de oro, cual vencedora olímpica, aun en el medio de competidores que, históricamente, o por muchas décadas, no han podido dar el gran salto, incluso, hacia la más básica de las expresiones civilizadas.

Pero eso, y aun cuando así no lo crean los estudiosos –o estudiantes- de cualquier centro académico también mundial que se ocupan de identificar el devenir de los nichos de nuevos negocios en las próximas décadas del Siglo XXI, pareciera no ser relevante para las autoridades rectoras del petroestado venezolano. Ellas, sencillamente, insisten en mantener en el discurso promotor de su invencibilidad electoral, la subestimación de los resultados antes citados, al amparo del argumento cargado de supuesto nacionalismo, y según el cual todo de lo que se diga afuera y que evidencie fallas administrativas del gobierno criollo, está dirigido a minimizar –o desacreditar-  los logros del Socialismo a la venezolana. Desde luego, otra es la opinión cuando lo que se dice más allá de las fronteras, guarda coincidencia con el esquema propagandístico gubernamental.

Y mientras a diario se apuntalan y fortalecen las acciones que han llevado a Venezuela a detentar roles de liderazgo contrarios a las tendencias predominantes entre los países que capturan inversiones extranjeras por la calidad de su institucionalidad gubernamental, como entre los que promueven riesgos compartidos con aquellos otros pueblos que disponen de recursos financieros, tecnología y vocación competitiva, inquieta y preocupa la expansiva manifestación social de inconformidades de todo orden en el territorio nacional, mientras la ya débil estructura productiva privada casi se manifiesta imposibilitada de poder participar en la producción de respuestas positivas ante dichas demandas. Y el Estado, con el peso financiero y social de una nómina formal cercana a los 3 millones de personas, comienza a dar muestras de agotamiento o, en el mejor de los casos, de incapacidad para andar, sin que tales pasos no sigan traduciéndose en más y más costos para toda la población venezolana, indistintamente de la condición socioeconómica de los financistas.

No son pocos los venezolanos que dudan de un  posible o eventual viraje en la gubernamental concepción relacionada con la necesidad de que, más pronto que nunca, gobierno y empresariado privado deberán coincidir en esfuerzos compartidos, para impedir que la frágil capacidad nacional de producir y satisfacer las necesidades básicas de la población, termine en un túnel de amplio diámetro y larga extensión. Mejor dicho, la mayoría, atenta oyente de los reclamos del máximo liderazgo gubernamental de avanzar aceleradamente hacia la consolidación del llamado Estado Socialista, lo califica de imposible. Sin embargo, nadie hoy puede predecir que, en Venezuela, a mayor Estado, también es acertado creer en que dicha asimetría  comparativa con más de 200 años de vida republicana no circunscrita a experimentos o improvisaciones distributivas, habrá más y mejores posibilidades de vida en progreso constante, es decir, lo que añora, desea y motiva diariamente a millones de venezolanos de trabajo.

¿Qué hacer?: sin duda alguna, trabajar en la promoción de un esfuerzo organizado continuo, sincero, auténtico, verdadero y dirigido a evitar la desaparición de los múltiples asomos que se han producido a nivel nacional, en favor de la construcción de un diálogo, de un entendimiento mínimo que, a su vez, sirva de soporte para el eventual parto de alternativas reconciliadoras; del necesario e impostergable reencuentro nacional.
Las realidades colectivas venezolanas, ciertamente, siguen siendo absorbidas en gran parte por las motivaciones electorales de ayer y del futuro inmediato. Pero no todas están cazadas con la deliberada pretensión de individualidades, acerca de que los entendimientos no pueden darse alrededor de élites. Es decir, contra la deliberada e inteligentemente bien concebida sordera organizada, no se puede actuar apelándose a una mudez complaciente, minimizada por los temores y/o las rabias.

El país cuenta. Venezuela cuenta, porque su futuro y el de las generaciones por venir, no pueden ser también detenidas -¿o secuestradas?- por la ausencia de una visión vanguardista en el liderazgo negador del derecho nacional a no seguir siendo pieza fácil del empobrecimiento. Y en atención a esa comprometedora verdad, es al liderazgo exponente de pensamientos y sentimientos de permanencia, como de disposición participadora en la transformación nacional, al que le corresponde actuar, demandar voluntad al diálogo; también ofrecer sus mejores oficios para que la posibilidad del acercamiento, una vez más, no sea arrastrada por la avalancha de la rutinaria problemática de cada día.

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