Sunday, September 9, 2012

"Toda horizontes...Toda Caminos..."

(Con motivo de los 71 años de Acción Democrática)

Luis Prieto Oliveira
 
Todavía conmueve mi recuerdo aquel mitin que marcó el nacimiento legal de Acción Democrática, acababa de estrenar  mis siete años y fui al Nuevo Circo, para ser testigo de un hecho al que todavía no podía dar credibilidad. Después de conocer, desde mi nacimiento, que la actividad política se ejercía en la clandestinidad y que nadie se llamaba por su nombre sino con seudónimos, íbamos a ver coronado un esfuerzo, que se inició en el exilio, en una pequeña frutería a orillas del Magdalena, donde, diez años antes un pequeño grupo de hombres redactó el llamado Plan de Barranquilla, piedra fundacional de todos los movimientos políticos que caracterizaron el corto siglo XX de Venezuela.
 
ARDI, ORVE, PDN fueron los nombres antes del nombre, pero los hombres eran los mismos, y el impulso, el afán, el desvelo eran idénticos. En un país donde se invocaba falsamente a Bolívar para condenar la existencia de partidos políticos, declararse político era casi como asumir una abierta declaración de culpabilidad. Hablar de revolución, de democracia, de sindicatos y huelgas, de campesinos y latifundios, era casi un carnet de ingreso a la cárcel. Los muchachos de 1928, que iniciaron esa rocambolesca aventura política, no sabían realmente a lo que se enfrentaban. Unos pagaron su osadía con grillos de 60 libras, en el Castillo de Puerto Cabello, en la Rotunda o en Las Tres Torres, otros fueron a trabajar con picos, palas y azadones, en las carreteras del Guárico, peligrosamente cerca de las casas muertas de Ortiz, donde acechaba el más maligno de los paludismos.
Casi como lo pintó Don Rómulo Gallegos en El Forastero, el país vivía en un tiempo detenido, porque un caudillo militar se había apoderado de todo y hasta el río, la vida misma, había dejado de fluir. Sin embargo no hubo un misterioso extranjero que sacara la bala del reloj, para relanzar al tiempo, sino el paso silencioso y seguro de la parca, que se llevó al "Tirano de Los Andes", como lo bautizó una biografía de aquella época. Entonces, con 36 años de atraso, entró Venezuela en el siglo XX.
 
Aunque no eran parte de esa miasma generación, quiero reivindicar dos nombres que influyeron notablemente en esa gesta. El Maestro Gallegos, que dio clases a muchos de esos muchachos en el Liceo Caracas y los imbuyó de su apego al positivismo de Augusto Comte. Ellos leyeron con fruición a Doña Bárbara y, seguramente retumbó en sus corazones aquella frase con la cual se definía un futuro y una vocación: "Llanura venezolana, propicia para el esfuerzo, como ayer lo fuiste para la hazaña. Toda horizontes, como la esperanza, toda caminos como la voluntad".
 
Mientras tanto, en el Castillo de Puerto Cabello, con grillos en los pies, que no podían anclar su sueño de futuro, el mismo poeta que cantó a España al decir "Yo me hundí hasta los hombros en el mar de Occidente, yo me hundí hasta los hombros en el Mar de Colón, junto al viento la frente, frente al sol las pupilas y en la arena sin mancha sepultado el talón", soñaba, por su parte, en esa misma llanura, pero en el año 2000, y la retrataba en su notable Baedeker 2000, en el cual nos habla del llano surcado de ferrocarriles y sembrado de fábricas.
 
Juan El Veguero, el de Cantaclaro, Venancio Laya y la Loca Luz Caraballo, de los Palabreos de Andrés Eloy, seguramente, antes que los textos de doctrina, pusieron a estos imberbes, frente a una realidad con la que convivieron de la manera más dolorosamente cercana. Allí, en ese crisol, decidieron dedicar su vida a la política y lo hicieron con una fuerza, decisión, lucidez y arrojo poco común, quizás para borrar aquella amarga frase de Gallegos en su primera novela "Reinaldo Solar", al referirse a la Universidad como "casa de segundones, tu también tienes la culpa".
En cierta forma, esa constitución literaria,. ese esqueleto de poesía, ese músculo de novela, fue lo que llegó a culminar en aquel 13 de septiembre de 1941. Algunos de nosotros quisimos aprender a considerar como válidas sólo las motivaciones económicas, cautivados por la dialéctica y el materialismo, pero hoy, cuando, como en el tango "las nieves del tiempo" coronan nuestras sienes, nos damos cuenta de que esta gesta, como la del ingenioso hidalgo, salió de la literatura y los caballeros andantes, que fueron a luchar, no contra molinos de viento, sino contra torres petroleras, tenían un aliento poético que quiero recuperar hoy.
 
Los hombres de esa generación y, porque no decirlo, las mujeres que los acompañaron, entre los cuales están mi padre y mi madre, abrieron los ojos en 1932, para darse cuenta de que lo mejor de Venezuela era su futuro, y decidieron construirlo, dedicando a ello sus mejores esfuerzos, sin medir el precio que tenían que pagar. Cárceles, exilios, persecuciones,  abandono de familias para trabajar en la sombra, poniendo ladrillos en un edificio cuyos planos estaban sólo en su imaginación, pero iluminados por una visión de lo que querían.
 
Mucho de la Venezuela que todavía nos provoca orgullo se la debemos a ellos, que nunca pidieron nada a cambio, se fueron de esta tierra como llegaron, desnudos de riqueza pero llenos de orgullo creador. Por eso, porque soy heredero de un nombre, pero también de una tradición y de una visión de país grande, no me es posible soportar que se les eche encima, un cargamento de denuestos, pronunciados por individuos que no tienen estatura ni tan siquiera para limpiar las suelas de sus zapatos.
 
No es el tiempo para numerar nuestras repúblicas, sino para construirlas, no es la hora de odiar, sino de encontrar motivos para ser solidarios, porque sólo cuando aprendamos que el único bien verdadero es el bien común, el que nos pertenece a todos por igual y nos obliga a un esfuerzo mancomunado, constante y desvelado, porque no hay espacio, ni tiempo, para soportar a los que quieren empujarnos hacia un pasado que sólo sirve para recordarnos lo que no debemos hacer.
 
Esta fecha, que nos transporta a un momento auroral, debe iluminarnos en esta fase nocturna, para iniciar el trabajo de hoy, que es poner las bases del futuro que nos prometieron aquellos próceres, que nunca se adornaron con espadas, ni montaron piafantes corceles, ni predicaron odios, sino trataron de despertar las fuerzas dormidas, las mismas que otrora construyeron y crearon cinco patrias independientes y hoy tenemos que inventar cinco independencias para una misma y sola patria.
 
Estamos, millones de nosotros, imbuidos de una fuerza y dedicados a una tarea que, por su naturaleza, es trascendente, pero no podemos detenernos a soñar con las recompensas, porque el trabajo es arduo y las fuerzas son cortas. Tiempo llegará en el cual podamos recordar, con Bolívar, que "la gloria está en ser grande y en ser útil" y enfatizar lo útil, porque esa es la palabra de orden, vivir para lo que queremos que sea para quienes nos juzguen en el futuro. Quizás nuestro tiempo no alcance para ver los frutos, pero como dijo un día mi padre: "Perder el tiempo,/puede ser ganar la vida,/si la vida se pone/enteramente/en la tela de araña/donde se teje el sueño/ y despierta sonriente, la obra que soñamos" 
 

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