Thursday, September 6, 2012

PDVSA: DE LA NEGLIGENCIA CRIMINAL A LA DILIGENCIA COMPETENTE.



“El éxito no se logra sólo con cualidades especiales. Es sobre todo un trabajo de constancia, de método y de organización”.
Víctor Hugo


Durante nuestras últimas entregas, hemos venido insistiendo en la necesidad de tomar posición sobre el modelo político más conveniente para el país, en el concepto general y, en relación a Petróleos de Venezuela, S.A., en su acepción particular, como instrumento principal del cambio. En tal sentido, la tendencia general del país comienza a perfilarse hacia un cambio en el modelo político, orientado hacia el progreso, las oportunidades, la concordancia y la necesidad de propiciar un desarrollo sustentable. Por supuesto que esta tendencia marcada por la participación nacional en todos sus estratos sociales, también marca el camino a seguir para la empresa que provee un inmenso caudal de recursos monetarios, combustible imprescindible para propiciar el cambio que significa dejar atrás la actitud mental, política y cultural que nos mantiene en el atraso y en el subdesarrollo.
 
Este cambio de actitudes y de valores se requiere para cerrar las grandes brechas por donde se han filtrado los ingentes recursos y opciones extraordinarias de progreso. Ese cambio es posible y su punto de partida está, a la vuelta de la esquina: 7 de octubre de 2012. Quizás un ejemplo muy doloroso, pero incuestionable de lo que significa perseverar en el error de continuar por el camino del retroceso y la negación de la modernidad, ha resultado ser lo ocurrido en la Refinería de Amuay y lo que ocurre en Petróleos de Venezuela, S.A., en una visión más amplia.
 
Sin duda alguna, la destrucción institucional de esta empresa es consecuencia de la imposición, en su conducción, de una visión político-ideológica del siglo XIX para afrontar la modernidad del siglo XXI y la inserción de la corrupción como un hábito generalizado, comercial y cultural, que han propiciado una práctica de negligencia generalizada que en el caso de Amuay, se ha convertido en un hecho criminal de inmensas proporciones que resulta ineludible para la línea directiva y gerencial de PDVSA, Rafael Ramírez – Presidente, Asdrúbal Chávez – Vicepresidente de Refinación, Comercio y Suministro, Jesús Luongo – Gerente General del Centro de Refinación Paraguaná y para el Gobierno Nacional, Hugo Chávez Frías – Presidente, Elías Jaua Milano – Vicepresidente, Henry Rangel Silva Ministro de la Defensa y Tarek El Aissami Ministro de Interior y Justicia.
 
Para expresarlo en otros términos, más directos y más llanos, si algo puede caracterizar a este desgobierno es su concepto del Conuco, en todos los ámbitos del quehacer nacional. El conuco es una operación de agotamiento, símbolo de lo improvisado, de lo temporal, de lo insuficiente, del conformismo y del corto plazo. En fin, es el símbolo por excelencia de estos tiempos quinto republicanos. El campesino tala, siembra y cosecha, hasta agotar la tierra. Luego, se mueve a talar otro lugar. El resultado es una vida llena de miseria y limitaciones que solo deja una tierra agotada donde antes había bosques hermosos.
 
El negocio de los hidrocarburos, a pesar de ser una industria de extracción, cuyo resultado final es el agotamiento de un recurso no renovable, tendría que estar muy distante de ser manejada bajo la visión del conuco. La industria de los hidrocarburos es ciencia y arte. Descubrir petróleo o gas, a 6 o 7 kilómetros de profundidad, producirlo, transportarlo, transformarlo, refinarlo, comercializarlo y distribuir sus productos secundarios, a una sociedad globalizada cada vez mas exigente, es un reto que requiere gente calificada, capital y capacidad de tomar riesgos en situaciones que dejan poco margen para el error. Poder hacerlo de manera eficiente y consistente, minimizando los accidentes y la contaminación ambiental, requiere de un sistema gerencial, técnico, operacional y mano de obra especializada y actualizada, en constante evolución y con gran perspectiva del futuro. Los yacimientos venezolanos tienen en promedio una tasa de decrecimiento anual superior al 20%. Para compensar esta tendencia, en Venezuela se deben perforar más de 600 pozos nuevos y hacerle servicio de 4000 a 6000 pozos anualmente, solamente para mantener la capacidad de producción, en el mismo nivel. Crecer, requiere un esfuerzo mayor e importantes recursos monetarios para cubrir la expansión integral en la infraestructura. En refinerías, plantas de gas o petroquímicas, los procesos corrosivos generados por los contaminantes presentes en el crudo y/o el gas, reducen el espesor de las paredes metálicas de las tuberías, tanques, plantas y equipos diversos, a velocidades sorprendentes. Esto obliga a un monitoreo permanente, a remplazar y reparar equipos críticos periódicamente. En todas las áreas del negocio se presentan situaciones que requieren del esfuerzo constante por parte de gente calificada: se deteriora el casco de los buques, los equipos se desgastan; el software se hace obsoleto; los competidores acechan permanentemente nuestro posicionamiento de mercados. Tenemos que entender que esta industria se hace todos los días.
 
 Si nos conformamos con los pozos que perforamos ayer; si no mantenemos las refinerías, plantas de distribución y barcos; si no actualizamos y procuramos una gestión comercial dinámica, la industria se debilita. Este es un negocio que requiere planificar, programar, mantener, renovar, predecir, corregir, en fin, actividades que son contrarias a la idea del conuco. La actual administración de PDVSA, la gerencia "patriota", ha tratado los activos de todos los venezolanos, como un inmenso conuco. Los yacimientos, cuyo equilibrio termodinámico requiere del concurso de personal y tecnología de punta, se están operando con criterios que solo se pueden comparar al de la tala y la quema. No hay reparación, no hay nuevos pozos, no hay inyección de energía a los yacimientos, acorde con los requerimientos para mantener la producción. Por eso recurren a empresas transnacionales y pagan para que ellas ejecuten, las tareas de PDVSA. En las refinerías, las plantas se operan hasta que se paran o tengan un accidente. La planificación de mantenimiento basado en confiabilidad, se botó por la ventana. En las plantas de distribución, se usan las bombas hasta que se dañan y luego se “canibalizan” las otras. Los barcos navegan hasta que fallan, entonces se fletan otros o se “ordena” la construcción de barcos nuevos. Los derrames no se evitan y las labores de remediación, cuando ocurren, están ausentes. Tampoco se investigan profesionalmente los accidentes. Los sistemas administrativos de control, no se utilizan. Los clientes no se cultivan y la gestión ventas se ha dejado en manos de revendedores, empresas extranjeras y la discrecionalidad del comandante Chávez. Para finalizar, resulta obvio que un conuco es, por definición, una empresa de baja tecnología.
 
No es de extrañar entonces que en nuestros conucos petroleros, no haya cabida para especialistas en simulación de yacimientos, ni para ingenieros de proceso, ni para analistas de mercado, ni planificadores de mantenimiento, gerentes de proyectos, capitanes de altura, especialistas laborales, auditores, especialistas en conservación ambiental o prevención de accidentes. El conuco petrolero no necesita nada de eso. La tala y la quema, dejan daños irreversibles, ¿vamos a permitir que este modelo político-ideológico del siglo XIX, termine de convertir a PDVSA en un conuco? La alternativa de convertir nuestra industria de los hidrocarburos en una industria del siglo XXI, esta al alcance de nuestras manos, el 7 de octubre.
 
¿Qué decisión tomará usted? AMUAY: NO ES UN CASO CERRADO A pesar que la desafortunada y desconsiderada frase, pronunciada por el presidente saliente, “el show debe continuar”, sugiriendo el pase de página en el accidente catastrófico ocurrido en Amuay, el caso continuará abierto y a la espera que la verdad aflore, se identifiquen las causas del accidente y se establezcan las responsabilidades correspondientes, las cuales, trascienden los motivos y razones que ocasionaron el accidente e involucran la falla en la activación y ejecución del plan de contingencia y la negligencia criminal que permitió la construcción viviendas y comercios en la zona natural de seguridad de la empresa.
 
La explosión de Amuay, borró localidades vecinas del complejo: El Campito, La Pastora I, algunas áreas de Alí Primera, Creolandia y la urbanización Antonino, construidas entre el 2003 y el 2012 (¿Quiénes lo permitieron?). De igual modo, afectó seriamente las instalaciones de Puramin y comercios ubicados al frente de la refinería (¿Quién los autorizo?). La foto que anexamos, nos deja ver claramente que 9 tanques fueron seriamente afectados y, los restantes, incluyendo las esferas, deberán ser sometidos a rigurosas experticias a fin de certificar su operatividad. De modo que, las aseveraciones del Ministro-Presidente Rafael Ramírez sobre la normalidad operativa de la refinería en dos días, ha resultado ser un disparate más del irresponsable funcionario. ¿Existirá todavía alguien que le crea a Rafael Ramírez?

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