Meditando sobre los resultados obtenidos en las diferentes Cumbres de Jefes de Estado, altos dignatarios de los países, funcionarios en roles de promotores de soluciones sujetas a evaluaciones históricas, y celebradas en todos los rincones de la Tierra, surge una gran inquietud: si acaso las distintas organizaciones Internacionales y tantas otras a las cuales acude la mayoría de la representación diplomática de los países del planeta, y que se reúnen para luchar por la justicia y en procura de mejorar las condiciones de vida en el Planeta, no tienen otra utilidad, en realidad, que servir de espacios para hacer negocios o lograr conveniencias políticas, mientras se olvidan de lo fundamental para lo cual fueron constituidas: la defensa de los derechos humanos y contribuir a construir todos los días, y en todas partes, mayor calidad de vida.
Y la reflexión viene a propósito de la celebración de la IV Cumbre Empresarial CELAC- UE realizada en Santiago de Chile en enero pasado, y a la cual, además de Jefes de Estado, también fueron invitados Empresarios de Europa, America del Sur, Centro America y El Caribe.
En ese encuentro, los Gobiernos participantes se hicieron acompañar de hombres y mujeres de empresas, menos Venezuela y Cuba. Pero la máxima dirigencia empresarial venezolana sí estuvo en el sitio, y lo hizo porque consideró que tenía que estar allí, aun cuando, para hacerlo, no contara con el apoyo de la representación gubernamental. En el caso cubano, la ausencia era más que obvia: en dicho país no existen gremios empresariales.
¿Un desacierto del liderazgo empresarial venezolano?: que no se hiciera acompañar por la representación de los distintos sectores de la economía nacional, a partir de una invitación abierta a quienes desearan ir a Chile, para darle mayor fuerza a la legítima representación de la fuerza productiva privada del país, y diversificar la opinión de esta expresión de la organización social nacional, gran parte de la cual es sobreviviente de las andanzas gubernamentales en su afán por hacer de Venezuela una variable cubana, medio siglo después de que allí se instauró un régimen gubernamental que, de entrada, sepultó todo vestigio emprendedor insular.
Como es sabido, la Cumbre (empresarial) concluyó con la firma de un Documento, contentivo de acuerdos y principios suscritos por todas las Delegaciones. Y es precisamente en lo que se respaldó en esa ocasión, en lo que es necesario hacer hincapié, a partir de un análisis minucioso de lo que es bueno para la promoción mediática internacional, pero que desdice de la verdadera razón de ser de lo que se respalda en dichas reuniones.
Por ejemplo, en el punto No. 2 del Documento se lee textualmente lo siguiente: “Las PYME ( Pequeñas y Medianas Empresas que generan el 65% de la producción de Europa y America de Sur ) requieren de un entorno estable que favorezca a la Libre Empresa, donde las condiciones para acceder a créditos sean razonables, en los que el Estado genere incentivos claros para la formalización de las actividades empresariales y en los que se garantice una ADECUADA PROTECCION DE LA LIBRE EMPRESA y una leal competencia " .
¿Y eso es válido también para Venezuela?. Porque de lo que no se puede dudar es que los demás líderes empresariales que suscribieron el Documento en cuestión, también saben que aquí tal concepto ha sido literalmente anulado por el comportamiento de un Gobierno que no cree en la libre empresa. Porque ¿cómo puede calificarse a un hecho ya normal en el país, con base en el cual distintos despachos gubernamentales, unilateralmente, deciden apropiarse o quebrar empresas sin compensación por el arrebato de dicha propiedad?. ¿Acaso forma revolucionaria de resguardar, amparar, proteger o fortalecer la libre iniciativa?.
A partir de esa destructiva gestión gubernamental, el parque industrial venezolano ha perdido alrededor de un 50% de sus unidades fabriles. Asimismo, los productores agropecuarios tampoco le pueden garantizar ninguna seguridad alimentaria al país, luego de que les arrebataran más de 5 millones de hectáreas productivas, para convertirlas luego en tierras ociosas, y en burda excusa gubernamental para llegar a la alarmante situación de importar el 80 % del consumo nacional, incluyendo: alimentos, materias primas y productos terminados. Pero, además, para terminar dándole trabajo a los productores de otros países, en detrimento del productor nacional, y depredando las reservas internacionales de todos en la compra de estos bienes, que bien podrían producirse en suelo patrio.
¿Es que acaso esos empresarios asistentes, por exclusivo pragmatismo mercantil, prefieren ignorar esta verdad y lanzarse a respaldar este arroz con mango?.
En el mismo Documento, en el punto No. 4, se lee que:"Todo lo expuesto anteriormente no podrá alcanzarse ni mantenerse en el tiempo, sino es CREADO UN MARCO ESTABLE DE LIBERTAD, SEGURIDAD JURIDICA Y DEMOCRACIA." ¿Y cree en tan ambicioso concepto el Presidente Pro-Témpore del CELAC, Raúl Castro, cuando él le ha demostrado al mundo desde hace más de cinco décadas que en su feudo insular, sencillamente, no hay empresa privada, ni empresario, aunque sí un consumidor domesticado de acuerdo a los dictámenes del caprichoso amo del Gobierno?. Mucho Documento lleno de ambiciosas motivaciones empresariales continentales, caribeñas y europeas, es cierto, pero aprobado en un encuentro huérfano de sinceridad e integridad, cuando se trata de principios, decencia y humanidad.
Y no es que Venezuela esté hoy asfixiada por la abundancia de los componentes de dicha trilogía. Pero a la vez que es loable reconocer y respaldar la sincera y gallarda participación de la máxima representación empresarial en el encuentro, bien vale como prolongación de la dedicación institucional a impedir la desaparición de la empresa privada en la nación, la reafirmación de la prédica a seguir trabajando desde los espacios que sean, por vivir cada día en un país mejor, lo cual sólo es posible si hay más y mejores manifestaciones creativas y productivas de los emprendedores con vocación de riesgo.
¿Imposible cuando la polarización perdura y el reinado del discurso promotor de la violencia sigue enseñoreándose entre devaluaciones y lemas populistas?. Nunca. Posible si se fortalece la voluntad de construir diálogo, de identificar soluciones y de no temerle a las implicaciones que muchas veces representa el hecho mismo de participar.
No es verdad que Venezuela flota en un ambiente de envidiable felicidad. Tampoco que la violencia es sólo una sensación, tan simplista como el número de personas en capacidad productiva que, a diario, le son restadas al país de trabajo por la delincuencia desbordada. Mucho menos que la economía crece para beneficio de todos, porque el gasto público es el único motor activador de lo que aquí se puede producir y consumir.
Pero lo que sí es verdad es que la Venezuela petrolera de esta parte del mundo, es hoy mala referencia global al figurar, con peso de liderazgo, en las últimas posiciones en casi todos los Índices Internacionales que evalúan a los pueblos por su avance democrático, económico, de desarrollo humano, política social y humanitaria. Veinte mil muertos cada año, es guerra. El hacinamiento y muertos en las cárceles es un escándalo mundial. La impunidad de más del 98% de los delitos comunes en el 2012, es una tragedia moral. Que más del 50% de la fuerza productiva venezolana sobreviva del comercio callejero, mientras la otra parte se debate entre la destrucción de su salario por los efectos de la inflación y al criminalidad callejera, es sintomático de que el rentismo petrolero sólo es pan seguro para unos pocos.
¿Y todo eso no demanda diálogo, entendimiento mínimo para que haya acciones conjuntas encaminadas a evitar que la conflictividad social siga alimentando la anarquía?.
Definitivamente, gobernantes y gobernados, administradores y administrados, emprendedores y trabajadores, académicos y profesionales, todos deben ocuparse de hacer real, posible, y sin ningún otro costo particular que el económico, la superación del complejo cuadro de dificultades que predomina en el sistema de vida de la mayoría de los venezolanos. Sólo que es necesario trabajar en la definición de la voluntad puesta al servicio del país, y comenzar a erradicar progresivamente la dedicación atada a la unilateralidad del beneficio, como al egocentrismo como forma de contribución.
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