Thursday, March 28, 2013

Códigos pueblerinos



Por Rodolfo Dasilva

Los que nos levantamos en pueblo, tenemos códigos inquebrantables con respecto a la masculinidad. Códigos que respetamos con mucho celo. Claro, somos de generaciones anteriores, pero pese a las volteretas de los preceptos en los tiempos, muchos de ellos se siguen guardando recelosamente.
 

Que un hombre se vistiera con camisa roja manga larga, ¡inadmisible! Automáticamente se le pasaba al bando contrario, a la acera del frente. Lo máximo que se admitía era una chemise y manga corta, pero vestirse de rojo, eso era reservado para la mujeres, que por cierto, tampoco era muy bien visto, salvo para una fiesta galanosa.
 

Que un hombre le dijera a otro que lo amaba, ¡por dios! Eso ni entre familiares se veía bien. ¡El aprecio se expresaba en fuertes abrazos y ya! Si un hombre le decía a otro que lo amaba, ese caía inmediatamente en el foso [porque de allí no salen] de los invertidos.
 

Que un hombre le diera o tirara besos a otro hombre, la acabose! Esa práctica sólo era aceptable entre padre-hijo, hermano-hermano, tío-sobrino; pero entre hombres sin parentesco, eran señales de que buscaba el camino del no retorno y se le clavaban los calificativos correspondientes al lado opuesto al de los machos.
 

Que un hombre se derramara en lágrimas por otro, ¡por dios! Eso podría admitirse entre familiares allegados, pero entre amistades o conocidos, ¡never! Esa lloradera de hombre lo ponía al filo de la línea de los corazones mal flechados por cupido.


Que un hombre defendiera, desgarradamente [como vemos en los medios], a otro de críticas que le hagan, ¡vaya! Eso está muy bien para las mujeres en defensa de su macho, es su deber, pero de un hombre para otro, ¡nunca! Es actitud lo llevaba ineludiblemente al campo de los closeros.
 

Estas prácticas que hemos estado presenciando los venezolanos, en los últimos años, son intragables para aquellos y aquellas con conceptos de hombría de viejo cuño. Las comparábamos con la visión pueblerina, donde la “modernidad” se toma su tiempo para llegar, pero sabemos de muchos y muchas citadinas a los cuales esas amapucherías nos son bien vistas. Aquí no hemos hablado de dos horribles prácticas, convertidas en los últimos años en moneda de uso común. La primera: la adulancia, ¡y pública! La otra: ¡Rodilla en tierra! Que mariconería más grande.
 

Salir del closet en los pueblos, es pagar un precio alto en comentarios, por eso que nosotros los pueblerinos estamos viendo con vergüenza este derroche de partidera, que no la reprochamos per se, lo que criticamos es su descaro, su desparrame, su desfachatez. Deben guardar su compostura. Las preferencias sexuales deben ser respetadas, aceptadas, lo criticable es su profusión.


Por otra parte, la música [venezolana] que nos ha brindado el duelo, ha sido excelente. Ojala la mantuvieran más rato. Nos recordó el 1x1.///

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