*Dr. Fernando Dominguez
La penúltima tragedia “griega” de Europa no es griega, es chipriota. Después de un gran susto y una enorme sacudida socio-política ciudadana, Chipre recibió el “suero” del rescate financiero del resto de sus vecinos europeos, previa imposición de condiciones para que sus ciudadanos “compartiesen” el sacrificio de los prestamistas con un insólito impuesto al efectivo que guardan en sus bancos. Por supuesto que los ciudadanos no recibirán en el futuro los intereses que recibirán los prestamistas…pero eso es un detalle sin importancia.
Llaman la atención dos hechos muy claros y muy definidos. El problema del desasosiego económico-financiero de la Unión Europea no está resuelto definitivamente. Incluso los más interesados “prestidigitadores” del lenguaje “políticamente correcto” no se han atrevido ni siquiera a sugerir eso. Como diría un guajiro cubano “estira las piernas, que el viaje es largo”.
Lo de España ha sido para alquilar balcones y está bien lejos que la gente se sienta segura. La crisis de Italia ahora llega a la política de los que se han “quemado” tratando de arreglar el profundo desequilibrio, abriendo el paso al pasado desprestigiado…la tragedia griega sigue en escena…en fin, no escampa.
El segundo hecho que llama la atención es la reticencia de los encargados de buscar soluciones para enfrentar cada caso que revienta, lo que ha demandado un tiempo insólito en encarrilar las medidas correctivas y genera una desconfianza del público sobre si el próximo caso será el suyo.
Se pone de manifiesto algo que todo el mundo quiere ignorar: la ausencia de solidez de esa unión que reúne economías y culturas dispares, sistemas sociales muy contaminados por siglos de una historia en cada caso muy singular, que se pretende uniformar, con una sola agenda política. El resultado de todo ello habrá que tener la paciencia de esperar porque resulte. Pero hay un hecho obvio - que otra vez todo el mundo pretender ignorar – que por mucho que se empeñen todos en cambiar la realidad, Alemania por tercera vez en la historia reciente es el protagonista fundamental en Europa.
Lo que antes no lograron los cañones, lo ha logrado la inteligencia y sabiduría del manejo económico frente al despilfarro de los demás. Ahora, sin fronteras, el capital humano va a dónde hay trabajo bien remunerado y la prosperidad se polariza en dónde saben crearla.
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