Tuesday, July 24, 2012

Negro toro nostálgico de heridas

Negro toro nostálgico de heridas

Abel Ibarra

Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, acaba de prohibir las corridas de toros en un acto de justicia contra la crueldad de la Fiesta Brava. Generalmente los conversos de cualquier fe, secta o creencia, suelen exhibir discursos y conductas estridentes para ocultar la militancia pasada y obtener la aceptación omnímoda de los miembros del culto recién adquirido. Es lo que ocurre con Petro, quien fuera militante del M-19, grupo terrorista conocido por sus constantes violaciones a los derechos humanos y, a la vuelta de los años, gracias a la política de pacificación del presidente Belisario Betancourt, obtuvo su carta de ciudadanía y se incorporó a la vida civil.
 Entre otras delicadezas que conforman el expediente del M-19, está el robo de la espada del Libertador que fue a parar finalmente a manos de Fidel Castro, los secuestros y asesinatos del periodista José Raquel Mercado, del gerente de Indupalma Hugo Ferreira Neira, de Nicolás Escobar Soto, alto funcionario de una empresa petrolera y del secuestro de Álvaro Gómez Hurtado. Suman datos al prontuario del grupo guerrillero la toma de la embajada de República Dominicana en Colombia y el asalto al Palacio de Justicia, evento dantesco en el cual murieron 53 personas a manos de miembros de la banda criminal.

 Gustavo Petro no participó en este último evento porque estaba preso, pero nunca se le escuchó una sola palabra para condenar lo que fue dado en llamar masacre por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Ahora, dicta una ordenanza estrafalaria intentando mostrar su lado humano, al prohibir una lidia en la cual no se sabe si saldrá muerto el toro o el torero.
Razón tiene Vargas Llosa cuando le dice en una carta que "No debemos avergonzarnos de nuestra afición por los toros: una fiesta que por tradición y por todo aquello que ha inspirado en el mundo de la cultura ha enriquecido extraordinariamente la vida de las gentes. Desde quienes han vibrado de emoción en los tendidos hasta los que nunca han visto una corrida y, sin embargo, han admirado las imágenes que ha podido inspirar en la poesía, la música, la pintura, la escultura o la danza”.

 No he asistido nunca a un coso taurino, pero me entiendo bien con los toros desde que comprendí el mito del Minotauro en Creta, en el que Teseo se adentra en el laberinto para combatir a la bestia mitad toro, mitad hombre y, luego de vencerlo, sale de esa primera “corrida” mítica, asistido por el hilo de Ariadna. También está la primera escena histórica del rejoneo cuando, montado en su caballo, Ruy Díaz de Vivar se enfrenta a un toro armado de una lanza. Abunda en detalles la “Tauromaquia” de Goya y también la de Picasso. Pero la cornada que más ama es la de un poema de Miguel Hernández: “Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado, por un hierro infernal en el costado y, por varón, en la ingle con un fruto”.

 O el pase de muletas con que Alberti recibe al bravo animal de lidia a punto de llegar a la plaza:  “Negro toro nostálgico de heridas, corneándole al agua sus paisajes, revisándole cartas y equipajes, a los trenes que van a las corridas”. 

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