Tuesday, March 12, 2013

EL DON DE GENTE

Verdades Dolorosas                                                        

Ernesto García Mac Gregor
     

 Por allá en la época de la guerrilla, la izquierda venezolana declaró que la urbanidad, las buenas costumbres, el buen gusto, y todo lo relacionado con las más fundamentales normas de educación eran hábitos propios de la sociedad decadente burguesas y por tanto debían ser combatidos. Nada nuevo si se considera que según los cánones comunistas, la religión es el opio de los pueblos, o si se recuerda el genocidio de la revolución cultural china cuya finalidad era acabar con todo vestigio de cultura, religión o familia. O las matanzas del criminal Pol Pot y su revolución Khmer Rouge en Camboya quien ordenó fusilar a todos los padres que tuviesen educación (3 millones), mientras que los niños sobrevivientes fueron puestos a la orden y patria potestad del Estado para fabricar, dentro del desarrollo endógeno (¿les suena familiar el término?), al nuevo hombre socialista.  
 
 Algo quizá más modesto se pensaba imponer en Latinoamérica con el arroz con mango del socialismo del siglo XXI. El adoctrinamiento de las comunas, la ideologización de los niños, los ataques a la Iglesia, la guerra contra la educación privada, y por supuesto, el triunfo de la ordinariez liberando las ataduras que el decoro y el lenguaje imponen.
 
 Las buenas costumbres son normas de conducta que van más allá de la simple etiqueta. Son principios de convivencia que fortalecen la madurez individual. En las personas que logran cultivar ese estilo, hay un encanto especial que favorece la comunicación espiritual y que se traduce inmediatamente en una admiración y un afecto que le abren todas las puertas y todos los corazones. Se trata del don de gente, concepto tan alejado de la realidad política dominante actual.
 
Por otra parte, muchas personas no sólo carecen de buen gusto sino de la aptitud para adquirirlo. Y es que el buen gusto no se compra en boticas, se requiere cierto esfuerzo para obtenerlo y luego es menester cultivarlo para convertirlo en un arte. Como diría el tango: ¡Que falta de respeto, que atropello a la razón! Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón... Que oiga quien tiene oídos...

Diario La Verdad Maracaibo  12-03-13

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