Roberto Alvarez-Quinones
Escritor
AOL Noticias
La palabra dictador vio la luz en la República Romana hace unos 2,500 años, cuando en situaciones de extrema gravedad los cónsules, por orden del Senado, nombraban a un "dictator" que asumía todos los poderes por seis meses, hasta el restablecimiento de la normalidad.
Ya con el advenimiento del Imperio Romano, y sobre todo luego de la desintegración de éste en el siglo V, el vocablo dejó de utilizarse, aunque los dictadores pululaban por los cuatro puntos cardinales de la Tierra.
Con el surgimiento de las democracias modernas en el siglo XIX el término dictador volvió a ser utilizado, pero ya no para aplicárselo a jefes absolutos propuestos por un Senado, sino para designar a todo caudillo que toma el poder político y lo ejerce por la fuerza, como dictadura, y hace trizas el principio enunciado por el barón de Montesquieu en el siglo XVIII de la independencia de los tres poderes públicos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
El vocablo presidente –como jefe de Estado--, en tanto, no tiene tan largo historial, pues vio la luz en las postrimerías del siglo XVIII. Cuando George Washington fue elegido y tomó posesión como primer presidente de Estados Unidos, en abril de 1789 (tres meses antes de que estallara la Revolución Francesa) se inauguró la era de los presidentes republicanos de los tiempos modernos elegidos democráticamente.
La elección popular de presidentes como jefes de Estado se extendió luego hacia las naciones de América Latina ya independientes de España y Portugal. Sin embargo, a lo largo del siglo XIX y casi toda la centuria siguiente, dictadores, caudillos e "iluminados" tomaron el poder por la fuerza en las jóvenes repúblicas latinoamericanas y de manera intermitente echaron a un lado las urnas.
El caso más escandaloso es el de Cuba, pues en 71 años de los 110 transcurridos desde que obtuvo su independencia, en 1902, ha sigo gobernada por dictadores militares: el general Gerardo Machado (4 años), el general Fulgencio Batista (14 años en dos períodos distintos) el comandante Fidel Castro (52 años) y el general Raúl Castro (1 año, desde que en abril de 2011 fue designado como Primer Secretario del Partido Comunista).
O sea, casi dos tercios de su historia republicana los cubanos han vivido bajo los regímenes dictatoriales de cuatro "hombres fuertes".
Por cierto, este sometimiento a tiranías incluye un record mundial que debiera aparecer en el libro Guinness: Fidel Castro es el dictador que más tiempo ha estado en el poder en toda la historia moderna.
Quienes se niegan a llamar las cosas por su nombre –por razones ideológicas, diplomáticas, o políticas-y tratan de ex presidente o presidente a los hermanos Castro debieran responder dos preguntas clave: ¿es legítima la presidencia de Raúl Castro? ¿quién lo eligió?
Se entiende por legítimo un gobernante que ha recibido un mandato por voluntad popular por un período determinado. Como hace 250 años explicó Jean-Jaques Rousseau en su monumental "Contrato Social" (1762), la soberanía de un país radica en el pueblo, que elige y legitima mediante el sufragio universal a los gobernantes que estarán a su servicio
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No hay elecciones desde 1948
En Cuba esa soberanía popular no se ejerce desde 1948, cuando fue electo presidente Carlos Prío, quien fue derrocado por el general Batista en marzo de 1952. Hace 64 años de eso y son muy pocos los cubanos con 85 años o más que participaron en aquel ejercicio democrático.
No sólo no hay elecciones multipartidistas en la isla desde la primera mitad del siglo XX, sino que por tratarse de un régimen comunista la máxima expresión del poder político no es el Presidente de la República, sino el Partido Comunista. As así lo establece la Constitución socialista. Y la dirigencia del Partido Comunista (PCC) es elegida únicamente por sus miembros y no por el pueblo.
De manera que el general Castro es el "número uno" y dictador actual de Cuba, no por ser presidente del Consejo de Estado y de Ministros, sino porque es el Primer Secretario del Comité Central del Partido, cargo para el que tampoco fue elegido, sino que lo recibió graciosamente de su hermano Fidel, quien ya lo había nombrado heredero al trono desde enero de 1959.
Si bien la población de la isla rebasa los 11.2 millones de habitantes, de los cuales 9.3 millones son adultos, según el Anuario Demográfico de Cuba, citado por el sitio online oficial Ecured, la membresía del PCC ronda los 800,000 miembros, de acuerdo con el último congreso partidista hace un año.
Es decir, los comunistas constituyen el 7.1% de la población total cubana. Esa minúscula proporción de ciudadanos es la que tiene derecho a elegir los delegados que en un congreso del PCC eligen al Comité Central, que a su vez elige al Buró Político (BP). Se supone que es el BP el que elije al Primer Secretario del PCC, pero resulta que ese cargo equivale al de dictador y es impensable lo ocupe alguien que no sea Fidel o Raúl.
Como un zar ruso
Al jefe del PCC, y no al presidente del país, es quien según la Constitución le corresponde controlar los poderes públicos y toda la vida nacional, como un zar de Rusia o un Luis de Francia.
Y hay más. El Presidente de Cuba no es elegido siquiera como candidato del partido único en una votación popular, ni tampoco en forma indirecta como ocurre en los sistemas parlamentarios y no presidenciales donde el partido ganador en la votación popular designa a un primer ministro que asume como jefe de gobierno.
Alguien podría argumentar que en Cuba todos los ciudadanos adultos pueden votar por delegados locales al Poder Popular local y por diputados a la Asamblea Nacional. Pero en verdad se trata de un simulacro. Los votantes no tienen posibilidad alguna de elegir a alguien que no sea militante del PCC, o que no haya recibido su "bendición". El PCC aprueba o rechaza cada candidato y luego confecciona las boletas. O sea, el partido elige de antemano al diputado en cuestión antes de la votación formal. No hay margen posible para una "sorpresa".
Por otra parte, el llamado parlamento cubano no decide nada importante que no parta de los Castro. Ello significa que el Consejo de Estado y el jefe de Estado y de gobierno son "elegidos" realmente por el dictador –que siempre se elige a sí mismo como presidente-- y no por los diputados.
En fin, que el actual presidente de Cuba, Raúl Castro, podrá ser muy constitucional, pero legítimo no es, pues no emana de la voluntad popular. Es tan simple como eso.
Y si en política, para sanearla un poco, cumpliéramos sólo mínimamente con el viejo refrán español que aconseja decirle "al pan, pan, y al vino, vino", resulta de Perogrullo la respuesta a la pregunta que titula este artículo: ¿Es Raúl Castro presidente, o dictador?