Petróleo y economía en USA
Luis Prieto Oliveira
Las tendencias que se vienen poniendo en evidencia en los Estados Unidos en los últimos años, parecen indicar que en un futuro relativamente muy cercano, el país dejará de ser un importador neto de energéticos y podría llegar a convertirse en exportador. Esta posibilidad crea expectativas muy serias para los proveedores tradicionales de petróleo en la conflictiva región del Oriente Medio.
Cambio estructural en el mercado petrolero
Los países como Irán, Arabia Saudita, Irak, Quatar, Kuwait, Argelia, Libia y Nigeria, todos miembros de la Opep, en la medida en la que la nación norteamericana disminuya su dependencia energética y los actuales grandes importadores no tradicionales, como China e India, vean descender la tasa de crecimiento de su demanda, sufrirán un grave colapso en su influencia política y en la valoración estratégica que tienen, al mismo tiempo que perderán vigencia y notoriedad sus conflictos internos de naturaleza religiosa.
La tendencia actual, de seguir manteniéndose en el corto plazo, reducirían el nivel actual de importaciones de unos 8 millones de barriles diarios, que representan un peso negativo de más de 300 mil millones de dólares en la balanza comercial estadounidense a una cifra considerablemente inferior. Esta perspectiva liberará a la economía del país de un peso muy grande que la constriñe y condiciona sus actitudes y posiciones políticas. Al mismo tiempo, a medida que avanza la tendencia, se producirán transformaciones estructurales en la industria energética mundial.
A simple vista se puede colegir que las grandes perjudicadas serán las empresas petroleras nacionalizadas de los países exportadores, porque las llamadas "siete hermanas", las empresas petroleras privadas internacionales más importantes, con la flexibilidad táctica que las caracteriza, han estado haciendo apuestas crecientes a las nuevas tecnologías y energías alternativas, con inversiones cada vez mayores. Están bien preparadas para afrontar los riesgos del negocio a largo plazo, mientras que las empresas de los países de la OPEP, han puesto todos sus huevos en la canasta de la continuidad de un mercado de vendedores y han creado condiciones que les impiden, en gran medida, adaptar sus precios de venta en situaciones de contracción no cíclica de la demanda.
Por su parte, los Estados Unidos, al verse liberada de una fuerza negativa como lo es el déficit comercial tan grande del negocio petrolero, podrán adoptar políticas más agresivas de desarrollo de sus propias posibilidades de abastecimiento e invertir profusamente en sistemas alternativos de producción.
Como se ve, el panorama, en un plazo que debe considerarse como mediano, sería sombrío para los productores actuales y muy benévolo para los Estados Unidos, dándole una gran variedad de alternativas válidas para el desarrollo comercial, económico y político de su posición internacional. Es muy posible que esta nueva situación conduzca a una nueva era de reducción de las tensiones internacionales y de las intervenciones unilaterales o multilaterales en terceros países.
Cambios internos en Estados Unidos
Hasta ahora, la influencia política de algunos estados productores de petróleo, como Texas, Oklahoma, o Luisiana, había rebasado con mucho sus condiciones naturales o poblacionales, porque los intereses petroleros forman y manejan poderosos lobbies que influyen en la legislación, el gobierno y la justicia del país. Ahora los estados que serían beneficiados serían otros, tanto por el desarrollo de nuevas actividades energéticas extractivas, como por el desarrollo de tecnologías energéticas alternativas, tales como el etanol, el biodiesel, energía eólica y otras alternativas. Esta nueva constelación de poder energético podría modificar considerablemente el espectro político estadounidense, dando nacimiento a masivos desplazamientos de la inversión, la población y, por ende, el poder político de nuevas regiones.
Algunos de los problemas que confronta la nación, sin embargo, tienen que ver con el aumento de la influencia y el poder político de los sectores ecologistas, cuya acción mediatiza y controla el desarrollo de importantes iniciativas de producción, tales como la plena explotación del petróleo de esquistos en la región de las Dakotas, la hidrofracturación en busca de gas en las cuencas de pizarras de la costa oriental y algunos proyectos de oleoductos que han sido rechazados por diversas objeciones ambientalistas.
La nueva posición energética norteamericana, sin embargo, dependerá, en gran medida, de que los precios internacionales del petróleo se mantengan en un entorno que haga posible la explotación de los nuevos procesos, cuyos costos serían superiores a los tradicionales en los exportadores actuales.
Si es posible que la actitud política y económica de los Estados Unidos se adapte a las nuevas circunstancias, se abriría una nueva era de las relaciones internacionales, con actores novedosos y soluciones radicalmente diferentes a las actuales. Las posibilidades de un chantaje petrolero como el que se ha intentado aplicar en diversos momentos, desaparecerían, aunque las tensiones internas en la región del medio oriente, causadas por enfrentamientos religiosos entre sectas que se odian y combaten desde hace mas de mil años, no se agotarán.
Auge y descenso de China
Desde hace casi 20 años hemos venido viendo una tasa de crecimiento sostenida en China que se acerca a 10% anual. Este comportamiento se ha basado en la explotación del comercio exterior dentro del marco más tradicionalmente capitalista, con muy poca consideración de limitaciones ambientales o de controles estrictos de calidad. Ello, junto con una tasa de salarios que sólo es posible por la emigración masiva de muchos millones de campesinos hacia ciudades nuevas o viejas, para engrosar el ejército laboral de la manufactura, originó enormes excedentes de balanza comercial que, junto con enormes volúmenes de inversión extranjera, permitieron a China realizar fabulosos programas de dotación de infraestructura y transformación urbana.
Estos programas, junto con la aplicación de un sistema capitalista de producción ha creado una creciente sociedad de consumo, cuya presencia en el mercado ha comenzado a dar frutos y a crear condiciones en las cuales el desarrollo de los grupos de consumidores y la presión de los trabajadores están creando situaciones en las cuales los costos aumentan y los excedentes exportables se contraen, para crear una seria limitación de un crecimiento como el registrado. Estas limitaciones internas reducirán la tasa de desarrollo de la economía china a una cifra compatible con las observadas en las naciones industriales de occidente y moderarán las importaciones de energéticos y materias primas, con lo cual el mercado de ambos tipos de productos sufrirá ampliamente y los países que fueron beneficiarios de altos precios verán reducirse sus situaciones actuales de beneficio.
Las importaciones chinas se reorientarán hacia los productos agrícolas, por lo cual otorgarán ventajas a los Estados Unidos, que son el país con mayor potencial de producción agrícola del mundo, que ha debido represar su crecimiento para no desequilibrar el mercado. Entonces, los cambios previsibles en el mercado energético mejorarán notablemente la posición ventajosa del país y añadirán rangos a su poder de negociación.
Las fallas tradicionales de la balanza comercial estadounidense tenderán a desaparecer, para generar situaciones fuertemente superavitarias, que ejercerán una influencia de gran importancia en el comportamiento interno y externo de la economía y la política del país.
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