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Ese camino de bloquear la sucesión lo está siguiendo Chávez al pié de letra
Bolívar, Stalin, Mao, Castro, Chávez y el relevo
Después de asesinar a sus compañeros fundadores del comunismo soviético, entre ellos a Troski, Stalin se cuidó de no tener quien le compitiera el poder absoluto. A Beria, su policía más cercano, lo trataba como perro de presa y gato faldero a la vez; a Kruschev lo humillaba continuamente, obligándolo a bailarle valses para su diversión, sin reparar que unos años más tarde el rollizo Nikita sería el campeón de la desestalinización.
Como el resto de los déspotas, tampoco Mao Tze Tung permitió una sucesión fluida en China. Defenestró a los posibles herederos Liu Chao Shi y Ling Piao y, por añadidura, utilizó la desquiciada revolución cultural para arrasar a los dirigentes de su partido con algún espíritu crítico. Se salvaron al final el astuto Chou En Lai y su discípulo Deng Xiao Ping, responsables del ulterior relanzamiento capitalista chino.
Fidel Castro también se encargó de proteger su monarquía absoluta decapitando a tiempo a los posibles sucesores: Roberto Robaina, Carlos Aldana, Arnaldo Ochoa, José Abrantes, Carlos Lage, Felipe Pérez Roque y le entregó el poder, solo con precario y temporal derecho de uso, a su obediente hermano menor Raúl.
Ese camino de bloquear la sucesión lo está siguiendo Chávez al pié de la letra. Mantiene a raya las aspiraciones de sus vasallos: Diosdado Cabello, Elías Jaua, Jorge Rodríguez, Freddy Bernal, Adán Chávez, Nicolás Maduro y José Vicente Rangel, para actuar como todos los totalitarios, o sea, como si él fuera único e irrepetible.
Pero los verdaderos estadistas preparan su relevo para que no haya crisis ni sobresaltos cuando tengan que ser sustituidos. El libertador Bolívar facilitó el desarrollo de sus colaboradores para que uno de ellos pudiera asumir el mando, cuando correspondiera. Páez, Santander, Urdaneta y sobre todo el mariscal Sucre, encontraron respaldo del gran caraqueño para consolidar sus respectivos liderazgos. Esa es la historia.
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