Peña Nieto asegura que el PRI no volverá a sus prácticas del pasado
Mi amigo especialista en política mexicana, Joaquín Pérez Rodríguez, una vez me invitó a su casa para ver la película de Luis Estrada, La Ley de Herodes. Con lacerante sentido del humor en el filme se muestra esa cultura del abuso de poder, la corrupción, la violencia y el miedo, que durante 70 años impuso el PRI en tierras aztecas. Lo que Vargas Llosa llamó la dictadura perfecta.
Después de doce años de ausencia vuelve el PRI al mando en México. Su candidato, Enrique Peña Nieto, acaba de ganar las elecciones con menos votos de lo pronosticado por las encuestas, pero suficientes para empinarlo a la Presidencia. Se abre un espacio para la esperanza o la incertidumbre, según el ángulo de mira del interesado.
El nuevo presidente habla de reconciliación, apertura a la crítica, disposición a escuchar, de estar consciente de que al PRI se le dio una nueva oportunidad y que no volverá sus prácticas del pasado. Ese es el abrigo de la esperanza.
Pero sus adversarios temen que él no pueda controlar las mañas clientelares, estatistas y de ventajismo electoral del PRI, y se regrese al ominoso espectáculo descrito en la película de Luis Estrada. Ese es el territorio de la incertidumbre.
Lo demás es historia conocida:
López Obrador sigue con su manía de resistirse a reconocer las derrotas; Josefina Vázquez Mota quedó relegada al tercer puesto por fingir una imagen oposicionista, siendo la candidata del gobierno (además y eso es lo raro, su gobierno, el de Calderón, es perfectamente defendible); Peña Nieto no tendrá mayoría en el Congreso y estará obligado a negociar; y la televisión se consagra, en este caso TELEVISA, como un inconveniente factor decisivo para determinar quién gana o pierde elecciones en México.
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